domingo, 25 de enero de 2015

¡Pues habrá que entender los Evangelios!




Para hacer Cristología, nuestra principal fuente no puede ser otra que los evangelios. Tanto porque en ellos vamos a encontrarnos con la historia de Jesús, si sabemos leerlos críticamente, como porque en ellos tenemos también la norma de nuestra fe. Por eso, antes de empezar a leerlos, es preciso tener claro cómo debemos interpretarlos, para lo cual nada es más útil que conocer cómo han sido escritos. Así pues, resumo brevemente el resultado de lo dicho hasta aquí.

Tenemos una persona concreta, Jesús de Nazaret, que nace el año 6 antes de Cristo, que muere, como fecha más probable (aunque tampoco es segura), el 7 de abril del año 30 después de Cristo y que dedica un año (29-30) o a lo más dos años (del 28 al 30) a la predicación de su mensaje.

Jesús enseña; son las «palabras de Jesús».
Jesús actúa; son los «hechos de Jesús».

Esas palabras y hechos se pronuncian y realizan respectivamente en un contexto determinado, que es Galilea y Judea, en torno al año 30 d.C. Es probablemente ese año cuando Jesús muere en la cruz. Tras la muerte de Jesús tiene lugar la fe de Pedro, la fe de los apóstoles, la fe de la primitiva comunidad, y empieza la predicación, que nos testifica la intervención escatológica de Dios en Jesús. La predicación se va a desarrollar, pues, a partir del año 30.



Historia de las formas e historia de la redacción

Vamos a tener primero la etapa de lo que llamamos «comunidad primitiva». En esa etapa se predica a Jesús de Nazaret como el Cristo, Jesús Resucitado. Los domingos se celebra la Cena del Señor, donde se lee el Antiguo Testamento, se cuentan algunos de los hechos de Jesús y se recuerdan algunas de sus enseñanzas.

Se desarrolla así una serie de «formas (pre)-literarias» que presentan unas características peculiares. Son unidades de predicación, que funcionan independientemente unas de otras. La homilía de cada domingo funciona independientemente de las homilías de otros domingos. Cada unidad de predicación nos transmite el mensaje cristiano entero. Dicho de otra manera, cada pasaje del evangelio nos dice desde el principio hasta el final quién es Jesús. Quien lea un capítulo del evangelio no sabe, en último término, menos de Jesús que quien ha leído los cuatro evangelios. Porque cada «forma literaria» es una unidad de predicación. Esas unidades de predicación se van a desarrollar desde el año 30 hasta el 65 después de Cristo, a lo largo de una treintena de años, no sólo en Galilea, sino en todo el Mediterráneo oriental, extendiéndose también hacia Occidente, hasta Roma (y quién sabe si hasta España), por todos los lugares adonde llega la predicación del evangelio. Estas unidades de predicación no tienen primariamente la intención de transmitir la historia de Jesús, sino que son «homilías» para que quienes se van uniendo al grupo de los cristianos crean en él. Para ello se transmite «lo relevante» de su historia, de su vida, y de sus enseñanzas; aquello que se recuerda y que es útil en el momento y circunstancias presentes de la comunidad.
 



Tomado de: Cristología para empezar. José Ramón Bustos Saiz







* El Evangelio es la "Buena Noticia" que Jesús nos trae. ¿Cuál es la "Buena Noticia" que Jesús ofrece a los jóvenes?


* ¿Qué consecuencias tiene para nuestra fe el saber que en los cuatro evangelios no encontramos una crónica exacta de las palabras y obras de Jesús, sino más bien el testimonio de la fe que tuvieron los prime­ros cristianos en Cristo Jesús?




* Los evangelistas no fueron unos observadores fríos y desinteresados: miraron a Jesús con los ojos de la fe. ¿Cómo debemos nosotros acer­camos a los evangelios? ¿Cómo debemos leerlos? ¿Cómo debemos escucharlos?


*¿Qué actitudes nos pide hoy Jesús para que el mundo crea en su mensaje de salvación?
 

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